“La paloma” libera sus alas en el mARTadero

Jackeline Rojas H.
¿En qué exacto momento la carne se fusiona con la poesía y el movimiento corporal puede hacerse uno con la música? En el preciso momento en que los sentidos encuentran equilibrio en la expresión exacta de la libertad, vivencia posible a través de la danza. Ese es el sentir que proyectó la obra “Monólogo de la Paloma”, interpretada por la bailarina María José Rivera Camacho, ayer en una de las salas del mARTadero, en base al fragmento de un poema de Jaime Sáenz: “Recorrer esta distancia”.
Entre papeles madera arrugados y simulando paredes sencillas, una ventana hecha con marcador negro con el garabato de algo que parece ser el Illimani paceño. Al centro, un círculo sugiriendo ser una cama o bien el refugio de un ser, unas veces escondido de sí mismo, otras tratando de hacerse notar.
Y de repente los movimientos corporales se ondulan en el compás suave de la música y van cambiando de intensidad a medida que el ritmo se torna más violento y de repente baja, en un eterno vaivén de notas acompasadas o de formas corporales que ondulan, emergen, encierran, hasta que se hace imposible descifrar si es la música la que marca el paso o es el lenguaje del cuerpo quien dirige caprichosamente cada forma hallada en un haz de luz.
Para el espectador es el recorrido de un viaje al centro de uno mismo. Un deseo, conciente o no, de querer un espacio amplio, donde fluyan libremente el temor, los sueños, las frustraciones y deseos y sobre todo esa existencia a veces efímera, a veces diáfana, “Sólo quiero cinco días....”, dice la bailarina.
El fragmento del poema “Recorrer esta distancia”, interpretado por María José, nos transporta a ese sueño del perfecto descanso, de la armonía entre el cuerpo y el ser que siente y piensa, de esos cinco días perdidos en un estado de letargo, un viaje lejano y alejado de lo cotidiano.

Los Tiempos, Sábado 10 de noviembre de 2007