Monólogo de la Paloma

Sobre “Monólogo de la paloma” María José… quiere volar
por Sinhué
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Siempre el hombre y la mujer han querido volar. En las diferentes culturas que se han desarrollado en el mundo existió este ánimo. Volar podían los dioses del Olimpo, volar los antiguos chinos; sobre un lienzo o una alfombra los árabes del Medio Oriente; en las actuales artes visuales y, sobretodo, en el cine los hombres vuelan. Los hippies quisieron volar con el método de “Opiano Licario” de Lezama Lima.
Los primeros en volar serán los danzantes, lo digo convencido después de ver la actuación de María José Rivera.
Siendo niño me llamaba la atención el reflejo del agua de un recipiente sobre una superficie alta; al principio siendo la superficie redonda el reflejo era de la misma forma, pero apenas se movía o más aun se batía el agua el reflejo durante instantes se volvía caótico pero al final tomaba su forma antigua.
Una obra de arte es así para el espectador, sólo que la parte respectiva de la anatomía humana, ya sea la parte de la retina o un área del cerebro se abre según la intensidad de la obra. La retina y el área se llenan de sangre arterial o se convierten en espejos que rechazan la luz que viene de afuera.
Al comenzar la obra, ya sea lectura de un libro, observación de una pintura, una película, obra de teatro o danza comenzamos como con la observación de la superficie del agua. Primero, es el forro, luego las páginas internas que nos producen el caos y al final el cerebro asimila y termina en una apariencia que no es la misma, de la misma manera que el forro del libro no es lo mismo en la parte de la cara y el dorso. De repetirse el acto la parte del caos no se repite, como las huellas digitales o los sueños.
Comentando la obra de danza presentada por María José vemos que ésta ocurre en una habitación, donde María José tiene los pies descalzos y un piso con vidrios rotos y una pequeña ventana.
Acompañada por música de Norah Jones, Yann Tiersen, Moby, Lila Downs y música tradicional boliviana y fragmentos de “Recorrer esta distancia” de Jaime Sáenz, el poeta paceño, danza en diferentes ritmos, pero siguiendo un antiguo instinto mira la luz de la ventana.
Mientras avanza la obra, en su caos y en el que vemos María José se transforma, sus brazos se vuelven alas, la plástica de su cuerpo va mutando, la expresión ya no es la cara, sino el cuerpo que expresa esa sensación de cárcel e impresión, también, descrita por varios autores existenciales como Sartre, esa cárcel convencional de la que saldrá para, finalmente, ser una verdadera paloma del monólogo, que quiere salir a recorrer una distancia existencial del vuelo quimérico.
En una de las presentaciones, al final de la actuación de María José, tomó la palabra el poeta J.P. y se refirió a ella por lo menos una media hora. Lo menos que dijo en medio de un panegírico justo fue que vio una imagen olímpica de la antigua Grecia.
En fecha 9 de noviembre, se estará presentando la obra en Cochabamba en consideración del culto público, quien dará su opinión. Mientras, sólo diremos que en la tapa está María José, en el caos la paloma que danza en su monólogo y en la contratapa, donde normalmente hay un corto comentario, estará Tepsicore la musa deleitante de la danza.




Opinion, Cochabamba, 9 de noviembre de 2007